AUTOPARÉNTESIS- Amantaní


Aproximadamente a 3 horas en lancha de los Uros, nos encontramos con una isla, de forma casi circular, llamada Amantaní. Al sur de Amantaní se encuentra otra isla: Taquile. Cuentan los pobladores que Amantaní y Taquile, eran una pareja de novios, cuyo amor no era aprobado por sus padres; Amantaní era la dama, y Taquile, el novio, y se amaron tanto que le pidieron al Dios Sol vivir juntos para siempre, el dios Sol, conmovido por tan profundo amor que se profesaban, les concedió el deseo, convirtiéndolos en islas que se miran, para que puedan estar juntos, uno frente al otro, eternamente.

En Amantaní, no encontramos hoteles, sí hospedajes. Muchas familias, alojan a los turistas en sus propias casas, y les ofrecen alimento también. La carne no es algo habitual en su dieta, es reemplazada por el queso en la mayoría de los casos. Los recipientes que utilizan, son de barro, con porcelana en su interior, la forma de las vasijas, y el material, hacen que el calor se conserve a la perfección, a pesar del frío del ambiente.

La vestimenta típica de la mujer es una blusa blanca con ciudados bordados de flores multicolores, un foulard negro, con bordados también, una faja vivaz hecha en telar y polleras generalmente rojas . El hombre viste un poncho en matices cafés, y pantalón negro.

Al llegar, en la tarde, cayó una lluvia fortísima, durante casi una hora, luego salió un sol resplandeciente que nos invitaba a salir a conocer el resto de la Isla. Encumbrándonos casi 250 metros, encontramos una valla circular de piedra sobrepuesta: Pachatata. El rito dice que a la gente que llega al Santuario, se le concede cualquier deseo, si da tres vueltas a su alrededor, concentrado en la petición.

En el mes de Enero, la gente se reúne en los dos templos sagrados, que están ubicados en la parte más alta de la isla, a poco más de 4100 m.s.n.m. Pachatata y Pachamama, o Padre universal y Madre universal o madre tierra, respectivamente. Los pobladores, se dirigen hacia el punto medio entre estos dos santuarios, y la traición indica que si llegan primero los provenientes de Pachamama, el año será productivo y muy bueno, si por el contrario llegasen primero los provenientes de Pachatata, será un año difícil.

La vista desde Pachatata, es un mirador espléndido desde donde se aprecia al viento acariciando suavemente la superficie del lago, que a esta distancia semeja al mar, un mar que deja traslucir las piedras de su fondo, debido a su transparencia.

En la noche, las casas hospedaje, organizan un agasajo con música de instrumentos nativos, en vivo. Algunos hacen una fogata y todos bailan, antes de partir al día siguiente por la mañana, a conocer al novio de Amantaní.

AUTOPARÉNTESIS- Los Uros


La lluvia es completamente inusual durante estas fechas en Arequipa, sin embargo, una tempestad se apropió de la tarde, el viento estaba soplando muy fuerte, y ya era hora de partir. No comí nada, porque el reloj avanzaba más rápido que yo. Por fin llegamos al terrapuerto y embarcamos.

El camino hacia Puno es cimbreante, y uno nota como va cambiando el clima, desde el templado y seco a la humedad de un frío penetrante. El paisaje distrae un poco la tensión, y con suerte se divisan unas alpacas cruzando la pista, al pasar por la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca, que se encuentra a unas horas.

La primera parada es en Juliaca, un distrito de Puno, allí, el comercio es abundante, mucho más que en la misma capital de la ciudad. Juliaca es una ciudad desordenada, algunos la calificarían de sucia, pero mucho dinero se mueve allí.

El tiempo no fue muy bueno, cayó nieve y poco después, granizo, sumado a la complejidad de la carretera, el desenlace fue un radiador malogrado, que impidió que el bus siguiera su camino, pero nada iba a imposibilitar que llegáramos a nuestro destino, al poco rato enrumbamos a Puno en un coche alargado, en Perú -y en muchas partes de América del Sur- le llaman 'combi'. La travesía culminó con la llegada a Puno.

Al día siguiente, disfruté del amanecer al frente del Lago Titikaka. El lago Titikaka, es el navegable más alto del mundo, y pertenece en un 60% a Perú y el resto a Bolivia. El siguiente destino eran unas islas llamadas 'Los Uros'.

'Los Uros' son islas de totora, a una hora en lancha del puerto de Puno. Tienen una mística que las hace únicas en su especie. Los Uros, como se les denomina también a los habitantes de dichas islas, son los propios arquitectos de sus islas. En el tiempo en el que el lago baja su nivel, cortan la totora, que crece dentro del lago sin mayor esfuerzo, desde raíz con serruchos enormes, en bloques cuadrados que pueden ser de 10 m. a 15 m. de lado, Cuando el lago sube su nivel, jalan estos pedazos de isla hacia el lugar donde quieren hacer sus casas, luego atan los bloques unos a otros y entretejen encima, con totora, el piso de la isla. Finalmente, enlazan los extremos de la isla a grandes piedras que fungen de anclas. Todo este proceso, les demora cerca de un año. Cada isla tiene un tiempo de vida aproximado de 10 a 15 años, antes de que requiera de un mantenimiento total, dependiendo de los cuidados que se les tuvo en ese tiempo. Dice la tradición que cuando Los Uros quieren mudarse, levan anclas y dejan que el viento los lleve a otro lugar. Ellos sí que pueden mover sus casas.

Cuando las familias que pueden contarse en una isla llegan a ocho, los habitantes de dicha isla se ven obligados a construír una nueva, siguiendo todo el proceso explicado con anterioridad.

La lengua de los Uros, es el aymara, aunque en Puno se hable español y quechua también.
La totora es el recurso que más se explota en su economía, de totora hacen sus islas, sus casas, sus embarcaciones, adornos que venden a los turistas, y hasta se alimentan de ella.

Es curioso entrar en una de sus casitas, hecha también de totora, por supuesto. Paneles solares que comparten cada tres familias se encargan de darles luz eléctrica. algunos incluso la aprovechan para ver televisión.

Cuando uno experimenta estas sensaciones, no puede evitar preguntarse cómo se originó toda esta cultura. La respuesta me la dieron los mismos habitantes. Cuando los españoles conquistaron América, y se instalaron en Perú, los nativos fueron expropiados de sus tierras y obligados a trabajar. Algunos rebeldes, huyeron en embarcaciones hacia el lago, donde se instalaron. Inicialmente vivían en los barcos que ellos mismos construyeron del único material que tenían a su disposición y que crecía en el lago: la totora. Con el tiempo, empezaron a construír también sus islas, luego sus casas, y es así como se instauró esta civilización dentro del Lago.

Es sencillo sentirse en las nubes, cuando uno camina separado del lago por la totora únicamente. Es increíble descubrir esta cultura y compartir con ellos unos momentos, antes de la siguiente parada, que será internándonos un poco más en el lago. Otras Islas, pero esta vez de tierra firme.



No se acaba el amor



No se acaba el amor cuando el cuerpo lo abandona
ni se acaba el poeta cuando callan sus letras.

No dejes que su recuerdo duerma en tus lágrimas,
mientras puedas acariciarlo con tus sonrisas.
No abandones el puerto donde descansa el mar de tus anhelos,
vuélvela ola, y regresa a su océano.

Nadie que amamos puede irse del todo,
nos deja un poco de su alma, reinventada en la nuestra.
Ella está ahí, germinando, renaciendo en tu amor cada mañana,
explora un poco tu corazón,
abandona la muerte en la que estás y dale vida.

Deja ya la penumbra y permite que te ilumine.
Siempre fuiste su faro,
ahora ella es tu luz.

Sueños Alados


Me preguntas qué ansío
y sabes la respuesta.

Alé mis sueños y los dejé volar,
alto, muy alto,
ahora entiendo que se fueron tan lejos
que no se pueden lograr.

Desengañémonos,
es insensato que el ave aspire al cielo
aunque alcance la altura de las nubes en su vuelo.

Hoy recibí su llamada


Hoy recibí su llamada
y tuve que fingir que no me duele.
Siempre hace esas llamadas que te quitan el sueño
por una semana, dos,… o intermitentemente el resto de tu vida.

Sé que él no miraba mi sonrisa, pero la presentía,
como presintió las lágrimas que luego acontecieron,
‘te echo de menos’ decía,
como si fuera poco, como si no doliera…

Ya me debe 43 noches de insomnio, 504 lágrimas y 3 almohadones
–siempre me desquito con los almohadones cuando acaba su llamada-
Yo le debo 4 millones de sonrisas,
quizá algunas más de cuando me cuenta chistes que sólo tienen gracia de su boca
por eso mi deuda termina siendo más grande.
Yo insisto en pagársela con un beso
en ese lunar que tiene en medio de los labios y que me habla en otro idioma
-abrázame, dicta, pero me empeño en leer bésame-
Él nunca está de acuerdo.

Para ser sincera,
desde que se mudó a otra ciudad parece como que me hubiera mudado de su vida,
aunque él se obstine en quedarse en la mía.

Ya no platicamos, ahora practicamos,
porque es un remedo de conversación lo que tenemos al teléfono
cada vez más escasas, y menos profundas
como si el tiempo pudiera desgastar lo que siento por él…

De vez en cuando, cuando se siente melancólico,
también llama, o me manda esos mensajitos con acotaciones: ‘TQM’
y luego aclara que significa ‘Te quiero matar’;
yo siempre le respondo lo mismo ‘TQM, Francesc’
claro que nunca aclaro que el mío significa ‘Te quiero a morir’

Él sabe lo que nunca le dije,
ambos sabemos porqué nunca me lo preguntó.

Mi novio, Carlos, no se resigna a que ame a un solo hombre a la vez,
la mayor parte del tiempo lo elijo a él, por supuesto,
sobre todo cuando me trae la caja de bombones
con la que pretende engordarme todos los fines de semana,
o cuando se pone al teléfono por horas para que no reciba otras llamadas.

Él sabe que lo quiero
–esporádicamente, pero eso sí que no lo sabe.-
Hoy, hubiera querido que Carlos me llame.

En dos Orillas



Hoy un suspiro fugitivo y mustio
recorre la inmensidad de dos océanos
-mi corazón y el tuyo-

Sufres,
al borde del otoño tu alma se deshoja,
y es tan triste la primavera que ha encendido aquí
que me parece injusto disfrutarla.

Yo sufro contigo, y por ti.

Toco,
nada hay más absurdo que tocar para ti
sin estar tú.
Lo mismo dices de tus versos
-que no son para mí-
y que no obstante seguimos escribiendo.

Quisiera convencerme de que vas a estar bien,
pero hasta yo lo dudo.
No vas a ser feliz,
sin embargo, te ofrezco sufrir el resto de tu vida conmigo.

Lloro...
eso es quizás lo único a lo que le encontré sentido.

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