Puede que nunca lo haya amado,
pero sí que adoraba su mirada, y sus gestos
sobre todo sus gestos, aunque no más que su mirada.
Él era como el cielo, y yo como esas aves que surcan los espacios infinitos
es que un ave ve al cielo más cerca cuando se refleja en el mar,
sobre todo si lo ves desde la orilla.
Y claro, luego crees que una nube hace un cielo,
y no hay nada que esté más lejos del cielo que una nube.
Todos saben que el tiempo se hace tiempo cuando lo disfrutamos
yo aprendí que el tiempo es más tiempo cuando lo sufrimos.
y vaya que lo sufrí en su nube.
Desde luego, también sabemos que el agua calma la sed
y cuando llegamos al mar y lo vemos de agua,
nos damos cuenta que hay aguas que nos encienden la sed, más todavía.
Con él aprendí cada excepción a la regla,
no digo la regla del 2 o la del 3,
-para él 2 por 1 siempre era uno, nosotros-
sino la regla del amor, por ejemplo
‘Amar al prójimo como a ti mismo’
yo lo amé un poco más.
Siempre quiso llegar más lejos de lo que sus alas le permitían
así que un día, decidió volar al sol
no sabía que sus alas eran de cera
y con sus alas, se derritieron mis sueños.