La lluvia es completamente inusual durante estas fechas en Arequipa, sin embargo, una tempestad se apropió de la tarde, el viento estaba soplando muy fuerte, y ya era hora de partir. No comí nada, porque el reloj avanzaba más rápido que yo. Por fin llegamos al terrapuerto y embarcamos.
El camino hacia Puno es cimbreante, y uno nota como va cambiando el clima, desde el templado y seco a la humedad de un frío penetrante. El paisaje distrae un poco la tensión, y con suerte se divisan unas alpacas cruzando la pista, al pasar por la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca, que se encuentra a unas horas.
La primera parada es en Juliaca, un distrito de Puno, allí, el comercio es abundante, mucho más que en la misma capital de la ciudad. Juliaca es una ciudad desordenada, algunos la calificarían de sucia, pero mucho dinero se mueve allí.
El tiempo no fue muy bueno, cayó nieve y poco después, granizo, sumado a la complejidad de la carretera, el desenlace fue un radiador malogrado, que impidió que el bus siguiera su camino, pero nada iba a imposibilitar que llegáramos a nuestro destino, al poco rato enrumbamos a Puno en un coche alargado, en Perú -y en muchas partes de América del Sur- le llaman 'combi'. La travesía culminó con la llegada a Puno.
Al día siguiente, disfruté del amanecer al frente del Lago Titikaka. El lago Titikaka, es el navegable más alto del mundo, y pertenece en un 60% a Perú y el resto a Bolivia. El siguiente destino eran unas islas llamadas 'Los Uros'.
'Los Uros' son islas de totora, a una hora en lancha del puerto de Puno. Tienen una mística que las hace únicas en su especie. Los Uros, como se les denomina también a los habitantes de dichas islas, son los propios arquitectos de sus islas. En el tiempo en el que el lago baja su nivel, cortan la totora, que crece dentro del lago sin mayor esfuerzo, desde raíz con serruchos enormes, en bloques cuadrados que pueden ser de 10 m. a 15 m. de lado, Cuando el lago sube su nivel, jalan estos pedazos de isla hacia el lugar donde quieren hacer sus casas, luego atan los bloques unos a otros y entretejen encima, con totora, el piso de la isla. Finalmente, enlazan los extremos de la isla a grandes piedras que fungen de anclas. Todo este proceso, les demora cerca de un año. Cada isla tiene un tiempo de vida aproximado de 10 a 15 años, antes de que requiera de un mantenimiento total, dependiendo de los cuidados que se les tuvo en ese tiempo. Dice la tradición que cuando Los Uros quieren mudarse, levan anclas y dejan que el viento los lleve a otro lugar. Ellos sí que pueden mover sus casas.
Cuando las familias que pueden contarse en una isla llegan a ocho, los habitantes de dicha isla se ven obligados a construír una nueva, siguiendo todo el proceso explicado con anterioridad.
La lengua de los Uros, es el aymara, aunque en Puno se hable español y quechua también.
La totora es el recurso que más se explota en su economía, de totora hacen sus islas, sus casas, sus embarcaciones, adornos que venden a los turistas, y hasta se alimentan de ella.
Es curioso entrar en una de sus casitas, hecha también de totora, por supuesto. Paneles solares que comparten cada tres familias se encargan de darles luz eléctrica. algunos incluso la aprovechan para ver televisión.
Cuando uno experimenta estas sensaciones, no puede evitar preguntarse cómo se originó toda esta cultura. La respuesta me la dieron los mismos habitantes. Cuando los españoles conquistaron América, y se instalaron en Perú, los nativos fueron expropiados de sus tierras y obligados a trabajar. Algunos rebeldes, huyeron en embarcaciones hacia el lago, donde se instalaron. Inicialmente vivían en los barcos que ellos mismos construyeron del único material que tenían a su disposición y que crecía en el lago: la totora. Con el tiempo, empezaron a construír también sus islas, luego sus casas, y es así como se instauró esta civilización dentro del Lago.
Es sencillo sentirse en las nubes, cuando uno camina separado del lago por la totora únicamente. Es increíble descubrir esta cultura y compartir con ellos unos momentos, antes de la siguiente parada, que será internándonos un poco más en el lago. Otras Islas, pero esta vez de tierra firme.
2 Estrellas iluminaron mi claro:
Interesante, y desconocida para mí (puede que incluso también para ti), esta faceta de cronista de viajes. He aprendido un poco de tu país, de sus costumbres y de sus habitantes. Esas casas-islas me recordaron la película de Kim Ki-duk 'La isla' (Seom). Siempre tienes algo que contar después de visitar Puno.
Un fuerte abrazo, Marisol.
Una crónica bellamente descrita,
me encantó viajar en tus letras llenas de cultura, sentir por un instante estar
en su lugar tan hermoso a través del alma.
Un beso, Marisol.
José.
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